
JOSÉ GABRIEL CEBALLOS , UN ESCRITOR A LA MEDIDA DE LAS PALABRAS
15.06.2013 14:40 ALVEAR
El poeta y novelista nacido en Alvear es un destacado autor de obras premiadas a nivel internacional. “La literatura se gestó en mi como lo que es, una fatalidad”, expresó el intelectual. Mañana se conmemora el Día del Escritor y a modo de homenaje época habló con uno de los más destacados de la provincia.
El universo de la literatura es un buen cobijo para sumergirse y alejarse de tanto en tanto de una realidad realmente a la intemperie, y una buena ruta de escape ofrecen las premiadas obra de uno de los escritores más trascendentes que dio Corrientes, como lo es José Gabriel Ceballos. En la tinta de su literatura, este destacado autor recibió premios nacionales e internacionales y actualmente se encuentra a punto de editar su última obra “Lo difícil que es partir de Buenavista”.
Mañana se conmemora en todo el país el Día del Escritor y época a modo de homenaje dialogó con él para espiar apenas sobre el “tapial de su literatura” el mundo real que lo rodea.
¿Cómo se gestó en vos la pasión por la literatura?
-Se gestó como lo que es, una fatalidad. Recordando lo que puedo de mi infancia y algo de mi adolescencia (aunque los recuerdos siempre están casi totalmente cargados de ficción, se sabe, máxime los remotos), veo tempranos componentes de esa suerte que algunos consideran una maldición, y que a mi entender consiste en un destino como cualquier otro. Un pueblo lejos del mundo. Una casona regida por un matriarcado, desde que murió mi abuelo paterno, gallego de la España negra, cuando yo andaba por los diez años. La casa impregnada por la soledad y los miedos (miedo al futuro y al presente, miedo al pecado, miedo a la vida tanto como a la muerte), llena de ausencias que se tragaban mis preguntas sin devolverme ninguna respuesta, la casa. Una casa adormecida por silencios impenetrables. Y en aquella realidad no faltaban elementos que justificarían a quienes entienden este oficio como una enfermedad psicológica: la represión de las viudeces que me rodeaban, el no haber conocido a mi padre, el haber estado en la panza de mi madre por cinco o seis meses desde que murió mi viejo. Supongo que si no salía escritor salía un pésimo cura, o un trapecista suicida, qué sé yo. Bueno, mi madre quería que yo fuese cura o militar.
¿Tus primeras obras cuáles fueron?
-Poemas, claro. A mis doce o trece años empezaron a brotar poemas. Casi todos de amor por las guainitas que no me pasaban bola, por tímido, por acomplejado, por torpe para cualquier diversión. Era un gordito lleno de granos y constantemente desesperado de amor. Trágico. Hasta que un tío con predicamento familiar convenció a mi abuela paterna, quien me adoraba, que para mí existía un porvenir glorioso en la poesía universal, le sacó a mi abuela el dinero del caso, me sacó mis cuadernos de poemas y se los llevó. Volvieron mis poemas en formato de libro. Una edición preciosa. El problema era que aquel tío, o no sé quién diablos, le había metido mano a mis versitos ingenuos, sencillos, y los había transformado en unas porquerías rebuscadas hasta lo ilegible. Ésa fue mi primera publicación. Cuando me fui a Corrientes, a la capital, para estudiar abogacía, ya vivía lleno de vergüenza por aquel libro. Pero entonces fui conociendo a una fauna que pronto me hizo reincidir en la escritura y con ganas de publicar. Cancho Gordiola primero. Sara Velar de Gaúna, una especie de madraza literaria. Enseguida, Juan Carlos Soto, Luis Llarens, el Turco Vera Azar, Cacho Gonzáles Vedoya, Aldo Grasso, entre otros. De allí salieron tres pequeñas colecciones más de poesía y enseguida salté a la narrativa.
¿Hay momentos que te inspiran para escribir o hay circunstancias que te proponen ideas?
Hay que andar por la vida con la literatura a cuestas, con el radar activado. Siempre, incluso cuando te está interrogando un inspector de la Afip. De la realidad saltan chispas sugerentes, chispas provocadoras de literatura, sin pausas, docenas, miles por minuto. Por algún misterio (pero es fundamental, por supuesto, que el radar esté encendido) uno captura una. Probablemente de cien chispas capturadas un diez por ciento adquiere cierto desarrollo y de ese porcentaje un diez por ciento se convierte en texto y de esos textos el uno por ciento valga la pena. La primera etapa del proceso es lo que llaman inspiración. El resto es laburo, autocrítica, corrección sin piedad. Y esta segunda etapa no funciona sin abundante lectura previa de obras ajenas.
¿Cómo ves el presente de la literatura correntina?
Conozco muy poco de lo nuevo que pasa en la capital. Sé por mi hija, que es poeta y vive allí, que hay chicos talentosos metidos en búsquedas serias. Pero he leído casi nada de sus obras. En el interior siempre hay movimiento, pero algo más difícil de prosperar, con mayor riesgo de frustrarse, por los menores incentivos. Sería bueno que algún organismo cultural habilitara un sistema de talleres literarios virtuales con alcance provincial. Algo de escaso costo, y tal vez muy efectivo.
¿Qué escritores admirás?
No alcanzarían las páginas de tu diario para mencionarlos. Fui un lector compulsivo, desde muy joven. Hasta tuve la suerte de contar con amigos que me ayudaron a organizar mis lecturas, como Olga Zamboni y Nelson Pessoa. Pero si querés algunos nombres de narrativa ahí van: Cervantes, Dostoyevski, Kafka, Faulkner, Albert Camus, Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Nabokov, Raymond Carver, Onetti... De los argentinos, primero Borges, por supuesto, e inmediatamente después Roberto Arlt y después Daniel Moyano. De los vivos: Comarc McCarthy, Philip Roth, Alice Munro,..
¿Tu vida cómo es?
Casado hace más de treinta años, con Dolly, también alvearense. Dos hijos: Estefanía, la poeta, que también es abogada, y Felipe, que estudia publicidad y apunta para excelente creativo (y no es babosidad paterna, te aseguro). Ninguno de los dos vive en Alvear. En la casa vieja, la misma donde nací y me crié, quedamos mi mujer y yo y un perro viejo llamado Platón, el único que aquí reina a sus anchas. Salgo poco. No me gusta la tele. Con esto de la Internet desapareció mi soledad intelectual, tengo amigos escritores o meros lectores en muchos lugares del mundo y dialogo con ellos constantemente. Me acuesto y me levanto temprano, tipo cinco de la mañana. Desde hace unos tres años vengo empeñándome en ampliar mi espacio mental y cronológico para la literatura. Las tareas del campo en verdad ya no me llevan mucho tiempo porque trabajo con un buen ayudante, y ahora cerré mi estudio jurídico en Santo Tomé (aunque sigo con algunos juicios allá).
¿Gustos musicales?
Variados, con especial inclusión del chamamé. En primer término a Mario Millán Medina. Y admiro mucho a Isaco Abitbol y a Pocho Roch, por dar otros nombres.
¿Hay recetas para el buen escritor?
No. En absoluto.
¿Se puede vivir de la literatura?
No. No conozco a nadie que lo haya conseguido.
¿Qué otras cosas lo apasionan?
Me apasionaba el Derecho. Me apasionaba la lucha de razonamientos que en teoría implica la práctica del Derecho. Después, la práctica del Derecho me decepcionó. Lo que hoy más me apasiona es ejercer de padre, colaborar con mis hijos para que se planten bien frente a la vida, con buenos valores, con posibilidades de alcanzar sus metas, con confianza en sí mismos/Época.
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