Querido Rafael, querido Poeta:
Ya no queda en España tiempo para la Poesía. Y ahora tú nos haces la puñeta, y te vas. Decía otro Poeta, que a ti te gustaba, Poeta de la Calle como tú, que "la Poesía es un arma cargada de futuro". Lo decía Blas de Otero, de quien dijiste alguna vez que era "de los pocos Poetas que, con Gabriel Celaya y José Agustín Goytisolo, han seguido el camino de los grandes Poetas" de tu Generación, la Generación del 27.
Rafael, viejo Poeta que no se quería morir, cabreado con un despistado motorista que te quebró unos cuantos años de tu vida a ti, que querías "cumplir los 120". Ya no quedan Poetas, no queda entre nosotros lugar para la Poesía. Es casi imposible levantarse por la mañana, abrir la ventana, mirar el cielo, el sol, el horizonte, y sentirse Poeta. Pero tú escribiste un día:
"Nadie podrá quitarnos, a la gente de España, Garcilaso, aquel tuyo dolorido sentir".
Sólo podemos aspirar, Rafael Alberti, a la Poesía del Dolor. A no ser que, como tú, nos atemos al mar para siempre, y nos hundamos en él como Alfonsina Storni. El Mar, la Mar, tu Mar, que tan hermosamente describiste en "Marinero en Tierra":
"Mar, frente a ti he echado, ¡ay!, las primeras canas".
Esas canas, Rafael Alberti, que te hacían tan joven, esas canas limpias y plateadas que echabas al viento de tus versos en cada recital por todo el mundo, de la mano femenina y cálida de Nuria Espert. ¡Qué cosas decías del Mar!:
"Cada mañana el Mar echa los dientes".
¡Cómo, incluso algo tan hermoso para ti como el Mar lo convertías en un castigo para los corruptos, los asesinos, los ladrones y los más viles!:
"¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el Mar!"
Querido Rafael Alberti, ese Mar que no tenemos los castellanos, pero que tú querías traernos en tu mirada:
"Castellanos de Castilla, nunca habéis visto la Mar. Alerta, que en estos ojos del Sur y en este cantar, yo os traigo toda la Mar. ¡Miradme, que pasa el Mar!".
Dicen, Rafael, que a veces tenías mala leche. Parece imposible. Tú, que dedicaste un libro a los ángeles, "Sobre los Ángeles", donde describías varias clases de ellos y, entre otros, "el Ángel Bueno":
"Vino el que yo quería, el que yo llamaba. No aquel que barre cielos sin defensas, luceros sin cabañas, lunas sin patria, nieves, nieves de esas, caídas de una mano, un nombre, un sueño, una frente. No aquel que a sus cabellos ató la Muerte. El que yo quería sin arañar los aires. Sin herir hojas ni mover cristales. Aquel que a sus cabellos ató el Silencio. Para, sin lastimarme, cavar una ribera de luz dulce en mi pecho, y hacerme el alma navegable..."
Tú creías en los ángeles, Rafael Alberti, como creías en el Carpintero más que en el Vaticano:
"Di, Jesucristo, ¿por qué me besan tanto los pies? Soy San Pedro aquí sentado, en bronce inmovilizado. No puedo mirar de lado ni pegar un puntapié, pues tengo los pies gastados, como ves. Haz un milagro, Señor, déjame bajar al río, volver a ser pescador, que es lo mío..."
¿Por qué, Rafael, se escandalizaban algunos tanto de estos Poemas tuyos? Tú conociste Roma -"Ciudad para Caminantes"- más que nadie, no había Marcinkus que se te escapara. Tu comunismo era del de antes de la URSS:
"Fuentes que cantan, gritos que pregonan, arcos, columnas, puertas que blasonan nombres ilustres, seculares brillos. Y ante tanta grandeza y tanto andrajo, una mano que pinta, noche abajo, por las paredes hoces y martillos".
Querido Rafael Alberti. Tú, enamorado del Mar, sabías que existía la "mierda",a la que dedicaste unos versos:
"He pisado una caca... ¡Acabo de pisar, ¡santo Dios!, una caca! Dicen que trae suerte pisar una caca. ¿Suerte? ¿Que trae suerte? Estoy pegado al suelo. Me aburro, ¡ay!, me aburro...Muero de aburrimiento. No hablo más. ¡Me morí!"
Y no te moriste entonces, aunque pisaste muchas. Y, ahora, va y te mueres, después de haberte reído tanto de la Muerte:
"¿Yo en el umbral de la vejez? ¡Qué risa! Soy tan joven y fuerte como Roma. Y sólo moriré con toda Roma"
Titulaste estos versos "Predicción". Cuando esta predicción se ha cumplido recuerdo aquello que escribiste en "Pleamar":
"Hay muertos cuya paz merecería ser quebrantada todas las auroras".
En esta aurora roja de tu muerte, déjame, Rafael, que te cante estos versos:
ROJA
ROJA LA SANGRE
LA LIBERTAD ROJA
ROJAS LA IRA Y LA INJUSTICIA
LA PASION ROJA
ROJA LA MUERTE
ROJOS LOS SUEÑOS
ROJA LA UTOPIA
LA ESPERANZA ROJA
ROJOS EL GRITO, EL CLAMOR, LA GUERRA
ROJA LA FRONTERA
ROJO EL CIELO
EL AMANECER ROJO
ROJOS AQUELLOS TODOS
A QUIENES LA OPRESIÓN AHOGA
LA BOTA APLASTA
LA ESPADA DEGÜELLA
LA CRUZ ATURDE
LA OSCURIDAD ATERRA
ROJOS TU Y YO
RAFAEL
DE VIDA Y SANGRE