
AMÉRICA LATINA: CALENDARIO 2013
06.01.2013 18:00 BUENOS AIRES
Por: Federico Vázquez
El 2013 puede ser un año particularmente relevante para las democracias de América latina: Paraguay, Ecuador, Honduras y Chile tienen que elegir a nuevos presidentes, a los puede sumarse Venezuela, si es que no mejora el estado de salud de Chávez y se deba llamar a elecciones. como lo indica la Constitución de ese país.
Los graves retrocesos cometidos por las elites dominantes de Honduras y Paraguay, que quebraron el orden institucional, pueden ser superados cuando esas sociedades vuelvan a elegir a sus representantes. Las sociedades de Chile y Ecuador deberán reafirmar o modificar rumbos.
En Paraguay, donde la elección está programada para el 21 de abril próximo, el escenario es complejo. El golpe parlamentario del pasado 22 de junio fue un balde de agua fría en el Cono Sur, que desde finales de los años 80 se enorgullecía de no tener interrupciones democráticas. Las reacciones inmediatas de los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay que en cuestión de horas tomaron la decisión de separar a Paraguay del Mercosur, además de una preocupación por lo que sucedía en el país hermano, advertía sobre la gravedad de que el golpismo vuelva a ser parte del recetario de los sectores reaccionarios, en una región donde en los últimos años los sistemas democráticos vienen logrando con éxito absorber debates profundos, realizar cambios económicos y sociales, desplazar viejos poderes facticos. La “novedad” de un golpe en Asunción contamina a la cuenca del Plata y les da una esperanza pírrica a quienes hace años no ocupan sillones presidenciales: recuperar el poder ejecutivo sin necesidad de ganar una elección.
Sin embargo, no todo está dicho al interior de la sociedad paraguaya. La caída de Fernando Lugo mostró, además de las malas artes de la clase política tradicional, las graves fallas de construcción política de la izquierda que no logró generar una movilización social en respuesta al golpe. A eso se le suma la imposibilidad de que Lugo sea candidato a presidente para este 2013 y una división entre los partidos que lo apoyaron mientras fue gobierno. Sin embargo el partido Colorado y el Liberal Radical Auténtico también aparecen con divisiones internas importantes y no logran entusiasmar a una sociedad que toleró el golpe parlamentario de junio, pero no muestra mayor apego a una casta política desprestigiada (semanas antes del golpe hubo un mini “que se vayan todos” frente al Congreso contra la decisión de los diputados de aumentar el presupuesto de sus planteles políticos). Para temor de los sectores conservadores que creen ya haber recuperado por otros cien años el poder político, la izquierda cuenta con una nueva figura, Mario Ferreiro, un periodista conocido por toda la población, que supera en intención de votos lo que tenía el mismo Lugo cuando comenzó a pelear por la presidencia en el 2008. Aunque hoy todos dan por seguro ganador al partido Colorado, estos datos hablan de un escenario por lo menos movedizo.
En el caso de Honduras, las elecciones serán a finales de año. Allí también el Congreso funcionó como legitimador de un golpe de Estado, que se consumó en la madrugada del 28 de junio de 2009 cuando un comando militar sacó de su casa al presidente Zelaya en pijama y lo “exilió” en Costa Rica. Tres años y medio después, el escenario sigue convulsionado: en diciembre el gobierno de facto de Porfirio Lobo acusó a los mismos sectores mediáticos y económicos que estuvieron detrás del golpe a Zelaya de querer ahora desestabilizar al suyo. A esto se suma una crisis institucional todavía en curso entre el Congreso y Corte Suprema de Justicia, desatada por un intento depurar a la policía (los jueces se opusieron a que los uniformados sean sancionados si no pasaban “pruebas de verdad” con un polígrafo).
En medio de este berenjenal, el movimiento del derrocado Zelaya, “Libertad y Refundación”, ya tiene candidata: la mujer de ex presidente, Xiomara Castro, que comenzó a tener una presencia pública notoria después del golpe de 2009.
Paraguay y Honduras, con sus obvias diferencias, comparten la característica de ser los eslabones débiles en sus respectivas regiones. Esa debilidad nace en sus estructuras estatales raquíticas, un historial de inestabilidad política que sobresale aún en un contexto continental donde el golpismo no fue nunca unarara avis. Pero se prolonga en los propios procesos de cambio que llevaron adelante Lugo y Zelaya. No es casual que en ambos casos los liderazgos presidenciales tuvieran un apoyo legislativo casi nulo y una organización social y política cuanto mucho incipiente. Las próximas elecciones presidenciales, además del saludable retorno a una institucionalidad democrática, permitirá evaluar que sustrato político y organizativo dejaron esas experiencias.
En el caso de Ecuador y Chile, las elecciones presidenciales se producen en marcos democráticos más sólidos. Todas las encuestas pronostican que en la primera vuelta que se llevará a cabo el 17 de febrero, quedará todo dicho en Ecuador. La intención de voto a Rafael Correa es hoy superior al 50%. Lo interesante es que esta elección puede ser el fin de algunos líderes opositores, como Lucio Gutiérrez y Álvaro Novoa. Ninguno consigue llegar a los 10 puntos en las mediciones. En una tónica que se repite en la región, el relevo son los propios empresarios quienes se ponen al frente de experimentos electorales. El caso de Guillermo Lasso no podría ser más transparente: un banquero millonario, miembro público del Opus Dei y ex vicepresidente de la filial local de Coca Cola. Estos antecedentes explican su más reciente ocurrencia a la hora justificar su candidatura contra Correa. Según declaró, lo hace para terminar con la "franquicia ideológica socialista”, donde estarían Ecuador, Bolivia y Venezuela y que él ve como “igual que la franquicia de McDonald's en los alimentos". En Ecuador hay quienes unen este lanzamiento a la arena política del banquero como parte de un enojo personal por la reciente decisión del gobierno de cobrar un impuesto extraordinario a las entidades financieras para solventar un aumento del Bono de Desarrollo Humano (similar a la AUH). De cualquier manera, la candidatura empresaria no parece suficiente para provocar un vuelco en la elección: la distancia con Correa araña hoy los 30 puntos.
Sobre el fin del 2013, el 15 de diciembre, tendrá lugar la más que probable segunda vuelta electoral en Chile. Y, seguramente, traerá la mayor novedad política para la región. Salvo que ocurra un movimiento brusco (algo que el país trasandino sufre en sus placas tectónicas pero poco en su sistema político) Michelle Bachelet volverá a la presidencia.
¿Qué balance habrá que hacer, si esto ocurre, de la experiencia de la derecha chilena en el poder en estos años?
En principio, una desmentida a los análisis que pulularon cuando tres años atrás Piñera llegó a La Moneda. Daban por descontado que su arribo era el primer capítulo de un efecto dominó para los demás países con gobiernos progresistas.
Nada de eso ocurrió y el corrimiento a la derecha de la sociedad chilena poco tuvo que ver con lo que votaban las sociedades vecinas.
El caso chileno es extraño: la hegemonía política de la Concertación desde la salida de Pinochet en 1990 convirtió en una pregunta válida si la derecha podría gobernar al país en democracia. O sea, una especie de inversión de los interrogantes que en general tuvieron que responder en estos años las fuerzas de izquierda en Brasil o Uruguay, por ejemplo. Estos cuatro años demostraron que sí, y que eso estaba lejos de significar una nostalgia dictatorial por parte de los chilenos. De hecho, fue bajo el gobierno de Piñera donde la movilización social –de la mano de los jóvenes- volvió a tener un protagonismo en las calles, dando cuenta que el miedo como reflejo colectivo esta en retirada.
Finalmente, parece cada vez más probable que Venezuela tenga que volver a tener elecciones presidenciales en los próximos meses, si Chávez no logra recomponer su estado de salud. La particularidad venezolana, donde no se elige vicepresidente en las elecciones, hace que en una situación de acefalía presidencial se tenga que volver a votar. Aún en medio del dolor en que podría darse esa situación, la sociedad venezolana es -por lejos- la más acostumbrada en la región a resolver sus disputas políticas en elecciones libres y democráticas. Y a diferencia de los casos arriba reseñados, ya superó hace diez años las prácticas golpistas.
El calendario electoral 2013 muestra que este año puede ser importante para que América latina consolide sus democracias. Una tarea que cuando parece acabada, siempre se descubre necesaria y vigente/Télam.
En Paraguay, donde la elección está programada para el 21 de abril próximo, el escenario es complejo. El golpe parlamentario del pasado 22 de junio fue un balde de agua fría en el Cono Sur, que desde finales de los años 80 se enorgullecía de no tener interrupciones democráticas. Las reacciones inmediatas de los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay que en cuestión de horas tomaron la decisión de separar a Paraguay del Mercosur, además de una preocupación por lo que sucedía en el país hermano, advertía sobre la gravedad de que el golpismo vuelva a ser parte del recetario de los sectores reaccionarios, en una región donde en los últimos años los sistemas democráticos vienen logrando con éxito absorber debates profundos, realizar cambios económicos y sociales, desplazar viejos poderes facticos. La “novedad” de un golpe en Asunción contamina a la cuenca del Plata y les da una esperanza pírrica a quienes hace años no ocupan sillones presidenciales: recuperar el poder ejecutivo sin necesidad de ganar una elección.
Sin embargo, no todo está dicho al interior de la sociedad paraguaya. La caída de Fernando Lugo mostró, además de las malas artes de la clase política tradicional, las graves fallas de construcción política de la izquierda que no logró generar una movilización social en respuesta al golpe. A eso se le suma la imposibilidad de que Lugo sea candidato a presidente para este 2013 y una división entre los partidos que lo apoyaron mientras fue gobierno. Sin embargo el partido Colorado y el Liberal Radical Auténtico también aparecen con divisiones internas importantes y no logran entusiasmar a una sociedad que toleró el golpe parlamentario de junio, pero no muestra mayor apego a una casta política desprestigiada (semanas antes del golpe hubo un mini “que se vayan todos” frente al Congreso contra la decisión de los diputados de aumentar el presupuesto de sus planteles políticos). Para temor de los sectores conservadores que creen ya haber recuperado por otros cien años el poder político, la izquierda cuenta con una nueva figura, Mario Ferreiro, un periodista conocido por toda la población, que supera en intención de votos lo que tenía el mismo Lugo cuando comenzó a pelear por la presidencia en el 2008. Aunque hoy todos dan por seguro ganador al partido Colorado, estos datos hablan de un escenario por lo menos movedizo.
En el caso de Honduras, las elecciones serán a finales de año. Allí también el Congreso funcionó como legitimador de un golpe de Estado, que se consumó en la madrugada del 28 de junio de 2009 cuando un comando militar sacó de su casa al presidente Zelaya en pijama y lo “exilió” en Costa Rica. Tres años y medio después, el escenario sigue convulsionado: en diciembre el gobierno de facto de Porfirio Lobo acusó a los mismos sectores mediáticos y económicos que estuvieron detrás del golpe a Zelaya de querer ahora desestabilizar al suyo. A esto se suma una crisis institucional todavía en curso entre el Congreso y Corte Suprema de Justicia, desatada por un intento depurar a la policía (los jueces se opusieron a que los uniformados sean sancionados si no pasaban “pruebas de verdad” con un polígrafo).
Para temor de los sectores conservadores que creen ya haber recuperado por otros cien años el poder político, la izquierda cuenta con una nueva figura, Mario Ferreiro.
En medio de este berenjenal, el movimiento del derrocado Zelaya, “Libertad y Refundación”, ya tiene candidata: la mujer de ex presidente, Xiomara Castro, que comenzó a tener una presencia pública notoria después del golpe de 2009.
Paraguay y Honduras, con sus obvias diferencias, comparten la característica de ser los eslabones débiles en sus respectivas regiones. Esa debilidad nace en sus estructuras estatales raquíticas, un historial de inestabilidad política que sobresale aún en un contexto continental donde el golpismo no fue nunca unarara avis. Pero se prolonga en los propios procesos de cambio que llevaron adelante Lugo y Zelaya. No es casual que en ambos casos los liderazgos presidenciales tuvieran un apoyo legislativo casi nulo y una organización social y política cuanto mucho incipiente. Las próximas elecciones presidenciales, además del saludable retorno a una institucionalidad democrática, permitirá evaluar que sustrato político y organizativo dejaron esas experiencias.
En el caso de Ecuador y Chile, las elecciones presidenciales se producen en marcos democráticos más sólidos. Todas las encuestas pronostican que en la primera vuelta que se llevará a cabo el 17 de febrero, quedará todo dicho en Ecuador. La intención de voto a Rafael Correa es hoy superior al 50%. Lo interesante es que esta elección puede ser el fin de algunos líderes opositores, como Lucio Gutiérrez y Álvaro Novoa. Ninguno consigue llegar a los 10 puntos en las mediciones. En una tónica que se repite en la región, el relevo son los propios empresarios quienes se ponen al frente de experimentos electorales. El caso de Guillermo Lasso no podría ser más transparente: un banquero millonario, miembro público del Opus Dei y ex vicepresidente de la filial local de Coca Cola. Estos antecedentes explican su más reciente ocurrencia a la hora justificar su candidatura contra Correa. Según declaró, lo hace para terminar con la "franquicia ideológica socialista”, donde estarían Ecuador, Bolivia y Venezuela y que él ve como “igual que la franquicia de McDonald's en los alimentos". En Ecuador hay quienes unen este lanzamiento a la arena política del banquero como parte de un enojo personal por la reciente decisión del gobierno de cobrar un impuesto extraordinario a las entidades financieras para solventar un aumento del Bono de Desarrollo Humano (similar a la AUH). De cualquier manera, la candidatura empresaria no parece suficiente para provocar un vuelco en la elección: la distancia con Correa araña hoy los 30 puntos.
Sobre el fin del 2013, el 15 de diciembre, tendrá lugar la más que probable segunda vuelta electoral en Chile. Y, seguramente, traerá la mayor novedad política para la región. Salvo que ocurra un movimiento brusco (algo que el país trasandino sufre en sus placas tectónicas pero poco en su sistema político) Michelle Bachelet volverá a la presidencia.
¿Qué balance habrá que hacer, si esto ocurre, de la experiencia de la derecha chilena en el poder en estos años?
En principio, una desmentida a los análisis que pulularon cuando tres años atrás Piñera llegó a La Moneda. Daban por descontado que su arribo era el primer capítulo de un efecto dominó para los demás países con gobiernos progresistas.
Nada de eso ocurrió y el corrimiento a la derecha de la sociedad chilena poco tuvo que ver con lo que votaban las sociedades vecinas.
El caso chileno es extraño: la hegemonía política de la Concertación desde la salida de Pinochet en 1990 convirtió en una pregunta válida si la derecha podría gobernar al país en democracia. O sea, una especie de inversión de los interrogantes que en general tuvieron que responder en estos años las fuerzas de izquierda en Brasil o Uruguay, por ejemplo. Estos cuatro años demostraron que sí, y que eso estaba lejos de significar una nostalgia dictatorial por parte de los chilenos. De hecho, fue bajo el gobierno de Piñera donde la movilización social –de la mano de los jóvenes- volvió a tener un protagonismo en las calles, dando cuenta que el miedo como reflejo colectivo esta en retirada.
Finalmente, parece cada vez más probable que Venezuela tenga que volver a tener elecciones presidenciales en los próximos meses, si Chávez no logra recomponer su estado de salud. La particularidad venezolana, donde no se elige vicepresidente en las elecciones, hace que en una situación de acefalía presidencial se tenga que volver a votar. Aún en medio del dolor en que podría darse esa situación, la sociedad venezolana es -por lejos- la más acostumbrada en la región a resolver sus disputas políticas en elecciones libres y democráticas. Y a diferencia de los casos arriba reseñados, ya superó hace diez años las prácticas golpistas.
El calendario electoral 2013 muestra que este año puede ser importante para que América latina consolide sus democracias. Una tarea que cuando parece acabada, siempre se descubre necesaria y vigente/Télam.
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