UNA PAPA CALIENTE PARA ECUADOR

21.08.2012       20:00    QUITO, ECUADOR
 
Jorge Gómez Barata
 

Aunque debido a la mala práctica de la “diplomacia secreta” y al hermetismo que rodea ciertas acciones políticas, es imposible saber el grado de concertación que precedió a la entrada de Julian Assange a la embajada de Ecuador en Londres (19/6/2012), hecho que convirtió al fundador de Wikileaks en una “papa caliente” para el país sudamericano.

 

Aunque valiente, la decisión del presidente Rafael Correa de conceder asilo a Assange no significa un desenlace, sino una especie de comienzo en segunda temporada.
 
No es complicado percatarse de que difícilmente Gran Bretaña concederá el salvoconducto necesario para que Assange salga de la embajada y viaje a Ecuador y, en el hipotético caso de que así ocurriera, la diplomacia y la justicia ecuatoriana tendrían que lidiar con la solicitud sueca y eventualmente con una reclamación de Estados Unidos o de cualquier otro país que pudiera considerarse perjudicado por las acciones del comunicador australiano.
 
Los hechos y los protagonistas
 
El protagonista del entresijo que involucra a: Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia, Australia y Ecuador es el manager de Wikileaks, Julian Assange, ciudadano australiano reclamado por la justicia sueca por presuntos delitos sexuales cometidos en 2010 en Estocolmo.
 
Aunque Gran Bretaña ni Estado Unidos han acusado a Assange de delito alguno ni han reclamado su extradición y Suecia no ha dicho que deportará a Assange, entre otras cosas porque nadie se lo ha pedido, el australiano y sus abogados sostienen que se trata de una conspiración política para, una vez en Suecia, enviar a Assange a los Estados Unidos donde pudiera ser acusado por robar y divulgar información clasificada.
 
Mediante una Declaración de casi 4000 palabras, con motivo de la concesión de asilo a Assange, la cancillería ecuatoriana da por buena esa versión y la asume como fundamento para su decisión, afirmando que: “…Existen serios indicios de retaliación (desquite o venganza) por parte del país o los países que produjeron la información divulgada por el señor Assange, represalia que puede poner en riesgo su seguridad, integridad, e incluso su vida…” De ese modo Ecuador se interna en un contencioso político basado tanto en hechos como en presunciones que lo ha envuelto en una batalla que no esperaba y para la cual probablemente no estaba preparado.
 
Al acoger a Assange, Ecuador, un pequeño país enfrascado en un intenso proceso de Revolución Ciudadana, se coloca en ruta de colisión con varias potencias europeas y con los Estados Unidos en un asunto de difícil pronóstico que, como mínimo añadirá tensiones y lo desviaría de sus prioridades básicas.
 
Al margen de que se aplauda a Assange por su valentía y fidelidad a la verdad y por el servicio prestado al revelar hechos que el imperialismo norteamericano y sus aliados hubieran preferido ocultar, él es un individuo que actuó libérrimamente, por su propia cuenta, mientras Ecuador es un Estado, cosa que conlleva obligaciones y comportamientos.
 

En cualquier caso el segundo capítulo de la batalla ha comenzado con una amenaza británica de irrumpir en la sede diplomática o de suspender su inmunidad; de otra parte existe una valiente decisión del presidente Correa y una honesta declaración que esclarece los motivos y las condicionantes de la actuación ecuatoriana. Correrán las tintas y ojalá no se cumplan los peores pronósticos. Allá nos vemos.
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