UNA REALIDAD QUE DUELE

02.03.2014           23.00        CORRIENTES

Por . Daniel Caram

La semana que pasó, más allá de finalizar con sendos actos institucionales que ponen en marcha el año legislativo, comenzó con un hecho que causó conmoción primero, para luego convertirse en una especie de “ejemplo a seguir” departe del accionar policial, con una grandilocuente conferencia donde se explicó en detalle todo lo ocurrido.

Hablamos del supuesto secuestro de una joven chaqueña en nuestra ciudad, situación que derivó en un engaño; pero esto, lo del engaño, no debería tapar la realidad dolorosa de una situación palpable y aún no resuelta por el escaso compromiso social que el drama origina entre la gente.

La trata de personas, con el nefasto negocio de la prostitución detrás, es un mal enquistado entre nosotros, a punto tal que son cada vez más frecuentes los casos de mujeres recuperadas de locales inspeccionados por autoridades federales.

El caso en cuestión que involucró a una joven chaqueña de 21 años debería, también, alertarnos como medios, a quienes tenemos esta delicada tarea: debemos aprender que los títulos espectaculares y las noticias sensibles deben tener siempre un grado más de análisis antes de ser lanzadas al común de la gente. Eso está claro, y desde los medios que dirijo ya hemos ratificado un compromiso destinado a chequear y confirmar datos.

Lo demás, en el caso Silvina Escobar específicamente, hay todavía mucho por definir.

Antes de continuar, vale aclarar que utilizo el nombre habida cuenta que sus propios familiares dieron a luz la identidad.

Y en esto sí no pongo en dudas el accionar de la Policía y las autoridades de Seguridad. Por ello me permito discutir –con absoluta respetuosidad- la postura de algunos que criticaron la exposición mediática de la joven.

Sí critico –con el mismo respeto- que la grandilocuencia de la conferencia haya tenido la pretensión evidente de mostrarnos una ciudad tranquila, sin problemas de inseguridad, y donde es imposible que aparezcan bandas para secuestrar inocentes chicas.

Y es eso lo que, insisto, no debemos ni podemos tapar con declaraciones rimbombantes.

Pasa por Silvana o por cualquier otra chica, o chico, o menor. El problema de la trata de personas existe, y negarlo (o pretender esconderlo) sería un error muy serio.

Ya habrá autocrítica de quienes mediáticamente trataron de una manera inadecuada la cosa. Y también habrá, seguramente, alguna reacción de la familia de la joven para ayudarla en éste momento de evidente crisis, aunque esto ya pasa por una decisión muy personal y estrictamente familiar.

Pero lo que nos debe quedar de esto es que sería irresponsable insistir con una situación particular, negando el mal que duele y golpea.

Hace falta ahí la decisión social de reconocer el drama, para buscar los caminos que nos permitan combatirlo.